14. No hay pecado que no pueda ser perdonado — 05.01.2013

Jesús está aquí y dice:

«Mira mi foto, mi amada hija. ¿Que ves?”

Yo: «Guerra, gente que lucha uno contra el otro en el Medio Oriente, y ahora veo tu tristeza».

Mi querida hija, estas guerras deben cesar. Mi gente aquí en la tierra, los hijos de Dios se están haciendo mucho daño unos a otros. En el Medio Oriente a través de las guerras, en dictaduras a través de la opresión, en su mundo occidental tan elogiado a través de la corrupción. Todo esto cesará. Estoy triste, hija Mía. Sufro mucho por su comportamiento, por sus pecados. Ustedes deben encontrarme para que pueda liberarlos. Liberarlos de la mano del mal. Yo, su Jesús (Él está aquí de nuevo en su túnica casi blanca y pone Sus manos sobre mis hombros por detrás), les prometo con Mi Santa Palabra que arrancaré la raíz de todo este mal. Todo aquel que piense que puede, que TENDRÍA EL PERMISO de ignorar el bien y egoísta y malvadamente solo pensar en sí mismo, quien me niega y se opone a Mí, perecerá. Junto con la bestia los arrojaré al abismo, donde no haya vuelta atrás. Sufrirán los más terribles tormentos y no haré nada por ellos. Porque una vez en el infierno, estas almas están perdidas para Mí.

Me duele perder estas almas queridas, por eso los llamo una vez más para orar por estas almas. Oren, mis queridos seguidores, para que todas aquellas almas que aún no han llegado a Mí Me encuentren. La alegría en el cielo es grande tan pronto como una sola alma pecaminosa se vuelve hacia Nosotros, y Nosotros prometemos solemnemente que con la menor chispa de remordimiento que nos muestre un alma pecadora, no la dejamos suelta, es decir, que oramos por ella unidos con todos los santos y la obra de los Santos Ángeles para que no caiga en el infierno, sino que entre con Nosotros en el Reino de los Cielos.

Hija Mía, dile al mundo que no hay pecado que no pueda ser perdonado, excepto la blasfemia, el insulto del Espíritu Santo. Quien habla contra el Espíritu Santo de Mi Padre no es digno de entrar en el Reino de los Cielos.

Hija Mía, estoy muy triste porque son tantos hijos de Dios no creen en Mí. Diles que los quiero y que los espero.

Tu Jesús.

Gracias por haber seguido Nuestra llamada.

La Madre de Dios, Jesús y Dios Padre están sonriendo.