155. Respétense unos a otros – y dense alegría mutuamente — 28.05.2013

Mi hija. Mi querida hija. Yo, tu Madre en el Cielo, hoy quisiera decirles los siguiente a Mis hijos:

Siempre sean amables y buenos el uno con el otro. Respétense unos a otros y dense alegría mutuamente. Denle alegría a su prójimo y trátenlo con amor. No acusen, sino traten de entender. Quien hace el mal se extravió. Está perdido y necesita ayuda.

Por supuesto, no deben mirar sin hacer nada como algunas personas cometen actos criminales, porque eso no sería correcto. Deben proteger a su prójimo y a si mismos del crimen. Pero no estoy hablando aquí de los grandes extravíos, el no entender de lo bueno que viene de Dios, sino de las burlas pequeñas y no tan pequeñas, fluctuaciones emocionales, los rostros sombríos y las palabras acusatorias que se expresan mutuamente como devotos y no tan devotos hijos de Dios.

Miren de una manera más profunda al otro y denle un poco de amor y alegría. Si se ve malhumorado, al menos estén ustedes de buenas y amable con él. Ustedes no saben por qué él tiene esa cara o por qué él se comporta de manera poco amable. Tal vez solo necesita la sensación de que hay alguien agradable en el mundo, y por su cariño, una mirada amistosa, una palabra amable, el calor vuelve a su corazón, y su mirada tan sombría se convierte en una sonrisa.

Recuerda siempre que no saben el por qué una persona actúa como actúa. Solo Dios sabe eso, nuestro Padre Todopoderoso. Y Él se alegra cuando ustedes son buenos el uno con el otro.

Ustedes saben qué bien se siente si su prójimo los trata de manera amistosa. Así que háganlo también y compórtense de manera educada y buena. Entonces, Mis queridos hijos, su mundo, su entorno se sana, porque el calor entra en los corazones de las personas, y ese calor irradia de vuelta a ustedes.

Así que sean buenos los unos con los otros y ayúdense mutuamente. Entonces, hijos Míos, todos sentirán amor en sus corazones, y no habrá más peleas.

Que así sea.

Su Madre en el Cielo quien los ama.

Madre de todos los hijos de Dios.

Es el calor de Dios, la llama del amor Divino que les falta. Una llama que debe arder flameando y brillando en sus corazones. Si lo hace, las maldades no vendrán a ustedes, y podrán enfrentar a todos los hijos de Dios con amor.

Pídanle a Jesús que deje crecer esta llama en ustedes:

Oración No 21: Oración por la llama del amor Divino

Querido Jesús, enciende la llama del amor eterno en mi corazón.

Que crezca y se vuelva tan grande que ningún mal pueda acercarse a mí,

y que enfrente a todos los hijos de Dios con amor.

Amén.

 

Gracias, mi hija.