180. No viven con Nosotros, el cielo en la tierra, y así siguen sucumbiendo una y otra vez al diablo — 22 de junio de 2013

Mi hija. Mi querida hija. Que bueno que estuviste con Nosotros ayer y que diste a conocer a tantos otros el camino hacia Nosotros.

Mi hija. Es de suma importancia que la gente conozca a Nosotros y a Nuestra presencia aquí en la tierra. Tienen que abrirse para Nosotros para que podamos mostrarles el camino y salvarlos de los males del maligno.

Nadie que no se convierta a Nosotros, a Mi Hijo, jamás experimentará el amor de Dios, de tal forma como lo hacen Nuestros hijos que son leales y entregados a Nosotros. Se excluyen a sí mismos de la felicidad divina, de las glorias divinas y persisten en su miserable vida material que no trae nada más como maldad, fornicación, aberración y sufrimiento.

Como la mayoría de ellos no experimentan el amor divino porque se han cerrado a aquello, buscan su felicidad, su alegría y el llamado amor lejos de Dios en las humanidades, y caen en pecado profundo en búsqueda de cada vez más y más amor porque el amor humano desvanece, cambia, pero el amor divino permanece, es omnipresente y llena el alma, el ser humano.

Si no se abren a Dios, nunca experimentarán este amor. Siempre permanecerán en búsqueda, sucumbirán a más y más seducciones del diablo, pero nunca serán felices, porque el amor de Dios que su alma necesita, que anhela y que la llena no lo conocerán porque no han abierto sus corazones, no para Dios Padre y tampoco para Mi Hijo.

No viven con Nosotros, el cielo en la tierra, y así siguen sucumbiendo una y otra vez al diablo que seduce a todas las almas que no son firmes en la fe, que pone trampas a todas las almas y trata de arrastrar a cada uno de ustedes a la condenación.

Así que vengan a Dios Padre y a Jesús, Su Santo Hijo, y sálvense del sufrimiento y del tormento que el diablo les irroga -si no es ahora, entonces será en el infierno eterno- y vivan su vida en paz eterna y gran alegría. Porque el que vive con Dios, el Cielo en la tierra, nunca perecerá y llevará la verdadera felicidad en su alma, le será regalado el amor todopoderoso de Dios y vivirá en plenitud con los regalos de su Padre Celestial.

Que así sea.

Su Madre en el Cielo quien los ama.

Gracias, Mi hija.